Un Palacio de Exposiciones en Sevilla en 1902. Un proyecto inacabado
Noticia - publicada 27/11/2020
El 31 de enero de 1902 un conjunto de 27 concejales del Ayuntamiento de Sevilla presentó en sesión capitular al Alcalde, Manuel Héctor Abreu, una moción solicitando la construcción de un edificio, un Palacio de las Bellas Artes, donde se pudieran exponer de forma permanente las industrias artísticas de Sevilla, proponiendo que el proyecto se ubicase en el Paseo y los jardines de Cristina.
Esta propuesta recogía el deseo expresado en múltiples ocasiones por ciertos sectores de la sociedad sevillana, que reclamaban un lugar de exposición permanente de las obras artísticas y de sus aplicaciones realizadas en Sevilla, en una época en la que se produjo un auge evidente de estas actividades al calor de centros docentes como la Escuela de Bellas Artes y de activos profesores y publicistas como José Gestoso o Joaquín Guichot.
En las décadas anteriores ya se habían celebrado con éxito exposiciones especializadas, promovidas por el Ayuntamiento, la Academia de Santa Isabel de Hungría o la Sociedad Económica de Amigos del País, en las se pudieron contemplar, en locales un tanto improvisados, tanto cerámica como pinturas, bordados o productos agrícolas. El siguiente paso, en buena lógica, era reclamar un edificio estable y esa fue el sentido de la solicitud de los concejales. En las semanas siguientes se emitieron los distintos dictámenes de las Comisiones de Hacienda y de Obras Públicas hasta que el 24 de abril se publicaron unas bases muy breve se en el Boletín Oficial de la Provincia, formalizando un concurso para la presentación de los correspondientes anteproyectos, dos de los cuales serían premiados con medallas de oro y plata y, como suele ocurrir en estos casos, sin ningún compromiso de ejecutar los seleccionados.
Ninguno de los dos anteproyectos vio la luz. En el expediente de esta propuesta, conservado en el Archivo Municipal de Sevilla, se han conservado las correspondientes memorias, planos y presupuestos de los dos anteproyectos seleccionados, de los que (por ahora) desconocemos sus identidades, aunque sí los lemas con los que concursaron. A pesar de que contaron con un tiempo muy escaso de 20 días desde la publicación de la convocatoria, los dos proyectos elegidos constituyen una muestra de gran interés de las ideas de la arquitectura museística en los primeros años del siglo XX, una mezcla curiosa entre los intereses locales y la influencia de la ingeniería de las exposiciones y certámenes internacionales.
Quizá estas inquietudes, con esa mezcla referida, acabó realizándose por fin en los espacios expositivos de la Exposición Iberoamericana de 1929. En todo caso el de 1902 no deja de ser un digno precedente, como puede apreciarse en la imagen que acompaña a esta información
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